Breve Crónica de un Casting

LEO Y NATALY

A principios de este año (2013) fui invitado a participar de un rodaje como script. Fue un desastre. No es demasiado problemático que haya tenido que viajar dos días antes de la fecha de rodaje pero me entregaron el guión técnico, el plan de rodaje y, cómo no, el guión literario apenas una hora antes de gritar “acción.” Así es que tuve que empezar a llenar planillas lo más rápido posible en medio de un desorden que no garantizaba que la película fuese a iniciar nunca. Y sin embargo, inició… muy a mi pesar, o eso creía. Por supuesto, yo no tenía mayor pretensión que la de trabajar en un proyecto del que no sabía nada pero las horas fueron pasando y mi sorpresa fue totalmente inesperada. Ese día conocí a Nataly Rojas, la actriz principal. Nunca he tenido demasiada experiencia con actores, siempre he trabajado en mis películas, cortometrajes muy pequeños en los que les pedía a mis amigos que actuaran y en las que, incluso, yo mismo actuaba – que no salía del todo bien, se imaginarán. No sabía lo que era ver a una actriz profesional en un set, no sabía qué era ver a un desconocido actuar… no sabía qué era ver a un desconocido actuar bien. Erika se burlaba de mi gesto de desconcierto mientras le decía: ¡mírala, lo hace muy bien! En ese entonces Vida no existía, yo me encontraba en la gran encrucijada de querer contar una historia de ciencia ficción sin tener nada claro. Quiero a dos personas que viajan por el espacio exterior en un apartamento, decía, sus vidas serán el reflejo de los conflictos más profundos de dos desconocidos. Eso era todo. Para cuando cayó la noche supe algo definitivo: Una mujer joven, su nombre es Andrómaca y es Nataly Rojas. Durante un cambio de escenografía decidí acercármele tímidamente con los papeles revolviéndose en mis manos, no sabía dónde guardar mi lápiz, la cinta se me caía del bolsillo, y allá estaba Andrómaca, con una chaqueta de jean en los hombros, tan lista para emprender el viaje, con el cabello ondeando frente a las estrellas, el vacío absoluto consumiéndola en soledad. Nataly tenía puesto el nombre de la tragedia en la sonrisa y en el baile silencioso que declaraba al caminar. Fue simple; mi nombre es Carlos, he estado viendo tu trabajo, voy a hacer una película y quiero que estés ahí. No volvimos a hablar en tres meses.

Una semana después del encuentro con Nataly tuve una decepción, no con ella claramente. El año empezó con la promesa de que mi carrera empezaba a despegar pero no fue así. Como ya dije, el rodaje fue un desastre y a pesar de Andrómaca, renuncié. Confiaba en la promesa de una asistencia de dirección en un video del que no sabía mucho tampoco pero que prometía. Una asistencia de dirección, vocación recién descubierta (¡y me iban a pagar!) Un día antes me tiraron en la cara que habían encontrado a alguien más… y bueno, así estaban las cosas. Aun así, decidí ir a visitarlos un día, mi novia era la asistente de producción así que qué más da, vamos a ver qué tal. Muy de corrido me estrecharon la mano, te presento a Leonardo Martínez, él es el director. Durante el desayuno me quedé viéndolo por un instante… ¿Dónde has estado, Leonardo? ¿Has ido al espacio? La mirada de Leonardo se escapaba entre risas pero cuando callaba se quedaba con el rostro rígido y la mirada sospechosa. ¿Dónde has estado, Augusto? Esta es la primera vez que viajas al espacio, está sólo aunque tu hermana está a tu lado, llevas un peso encima, un proyecto, una promesa y con ella la culpa. No le dije nada a Leonardo ese día pero me fui contento, ya tenía a mis personajes aunque ellos no lo supieran todavía.

El tiempo pasó y finalmente decidí contactarlos por separado. Primero a Nataly. Le envié el guión y agendamos una reunión. Llegué con mi cámara en la mano, unos papeles garabateados y el sudor helado en la espalda. Nataly me abrazó y me dio la bienvenida a su casa. Apartamento amplio y luminoso, té y mate, una terraza con una vista hermosa, el sol aterrizaba cálidamente sobre un zapato que servía de maceta a una pequeña planta. Me senté en el borde del muro con los pies colgando, y, una vez más, mis papeles revueltos en las manos. Nataly me lanzó un gran sonrisa y me dijo: “¿Sabes algo? Me encantó tu guión, no entendí nada pero está buenísimo.” Yo no tenía mucho más que decir, la escuché hablar sobre Andrómaca y el encierro. Al rato llegó Erika, nuestra asistente de dirección, que también es mi novia (Oh, sorpresa.) Nos decidimos a hacer una pequeña improvisación de una escena… Yo interpreté a un Augusto lejano, sentado en una silla, que era más el director de Vida haciéndole preguntas a Andrómaca mientras ella recogía las piernas sobre un sofá y sufría en silencio. Erika grabab la escena y nosotros hablábamos ¿Qué te pasa, Andrómaca, a qué le tienes tanto miedo? Me siento extraña, Augusto, me cuesta trabajo pintar… tengo miedo de lo que pueda hacernos el tiempo, la radiación del universo. Una lágrima solitaria recorría la mejilla de Andrómaca y yo supe odiarla y quererla al mismo tiempo. Lo habíamos encontrado. Lo demás fue hablar de cine y bueno, nuestra actriz también es pintora.

Unos días después llegué a la casa de Leonardo, entonces yo debía ser Nataly mientras Erika en un rincón grababa la celosa arrogancia de Augusto al revisar las pinturas de su hermana. No fue fácil comprender cómo era ser yo al otro lado de la cámara, en un ejercicio de desdoblamiento, sin poder ver nada y confiando en que la luz era suficiente para captar la forma en que Leonardo fruncía los labios y me gritaba. Se levantó varias veces de la silla, se acercó a la pared y me miró confundido: me gustan más tus otras pinturas, son testimonios de tu mirada. Esta también es un testimonio. ¿Así me ves? Así lo veía… como un testimonio de mi mirada. Augusto se recostaba con tristeza en la silla y recordaba a su padre, recordaba un planeta Tierra injusto, en llamas, que le daba la espalda a las antiguas fantasías. Apagamos la cámara y nos quedamos en silencio un instante. ¿Cómo se vuelve a la dirección? ¿Qué más puedo señalar? Cuando diriges esperas que el actor se convierta en lo que tú quisieras ser, una huella. A Augusto nunca lo vi con mucha claridad, pero Leonardo me estaba pidiendo respuestas. Yo se las estaba pidiendo a él, me las estaba dando y aun así tenía que decir algo. Muchas gracias, Leonardo, usted es un gran actor. ¿Qué más podía ser? Apenas estamos empezando, pero ya le ha dado más vida a Augusto que las palabras que escribí una tras otra, tratando de ver su barba y sus pasos secos en el espacio. Erika y yo caminábamos en medio de la noche, junto a la carrera 30 con el ruido de los carros rompiendo la barrera de la luz, hoy hemos descubierto algo.

Después de eso pasó un mes. El jueves pasado, finalmente, pudimos reunirnos los tres: Augusto, Andrómaca y yo. No sé por qué me empeñaba en confirmar mi decisión, necesitaba verlos juntos, eso tal vez parezca obvio pero me asustaba. ¿Qué tal si no se llevan bien? ¿Qué tal si me equivoqué? ¿Qué tal si me ganó la emoción y la inexperiencia?

No me equivoqué, se llevaron tremendamente bien, se ven bien juntos, actúan aún mejor, ríen y se insultan con cariño, sufren con la frontera invisible que la historia y la filosofía puso entre ellos como personajes. Esa noche por fin pude estar detrás de la cámara. Esa noche, curiosamente, no los dirigí. Me quedé en un rincón mientras ellos se herían con sus miradas…

Les conté la historia completa, lo que está escrito, lo que no, lo que quise y no sucedió, lo que depara el futuro, me observaban (y me interrumpían hasta el cansancio), se sorprendían, me hacían preguntas. Y bien, reímos, sobretodo reímos. Nunca han hecho una película de ciencia ficción y creo que se están enfrentando a un papel importante. Nataly miraba el suelo con el cabello ondeando frente a las estrellas y susurraba: quiero estar en esta película. Me recosté y respiré profundamente, Leonardo y yo nos quedamos solos por un instante, le confesé que tengo mucho miedo, que esta película es un desafío enorme; pero lo vamos a hacer, lo vamos a sacar adelante todos juntos, me respondió, a lo mejor desde el otro extremo del cristal, devolviéndole la mirada al vacío, rebelándose contra la imposible. Hicimos un brindis por Vida y cuando me preguntaron qué pensaba acerca del ensayo les sonreí embriagado y dije: ustedes son, muchachos, ustedes son.

2 respuestas to “Breve Crónica de un Casting”

  1. Erika David Says:

    Love it!

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