Perder el Control de una Película

Hay varias razones por las que una película no puede ser hecha por una sola persona. En principio, porque es muy difícil. Pero más importante: porque no puedes pensar en todo. Cuando estás creando un universo, desde el extremo más cotidiano hasta la fantasía más exuberante (como es quizás el caso de Vida) tienes que poblar ese universo. Esa es la tarea más difícil a la que se enfrenta un artista y en este caso, un cineasta. ¿Cómo hacer que un guión se vuelva una película? Ese es un asunto que requiere una creatividad inagotable que muy difícilmente puede provenir de una sola persona. La experiencia me ha enseñado que un director se hace, lo hace el mundo, lo hacen sus experiencias pero innegablemente lo hace su equipo. Sus actores, su fotógrafo, su diseñador de producción, su director de arte, su sonidista, su productor, su asistente, su músico, su editor, su vestuarista, todos ellos hacen al director. Es una energía recíproca la que fluye en el momento de hacer una película porque, al menos en nuestro sistema de producción, el director elige a su equipo pero desde el principio no es autónomo, ellos también lo eligen a él. Es extraño pensar en todo este proceso así que hablaré del proceso en Vida.

Tuve una idea… y la convertí en un guión. Desde el principio ya contaba con el apoyo de quien ahora es mi asistente de dirección; Erika. Curiosamente, ella supervisó la escritura del guión y se atrevió a corregirlo. Entonces empecé a buscar un productor y, por suerte, me encontré con Isabel que rápidamente y con alegría se ofreció a producir mi película. Luego de eso, los dos empezamos una ardua búsqueda por el equipo de producción que nos acompañaría. Fue difícil pero lo encontramos… juntos, juntos decidimos. Desde ese momento ya no era mí película. Inevitablemente, las cosas se agravaron (para bien) con el pasar de las semanas.

El jueves pasado llegué a la casa de Arturo Caipa, diseñador de producción, para ver su propuesta. Cuando entré a su apartamento encontré la mesa del comedor plagada de papeles garabateados y libros (desde el diseño de arte de Final Fantasy y Evangelion hasta historia de la pintura) y me sentí confundido. Yo nunca he sido así, los únicos testigos de mi trabajo son mis cuadernos que no se exceden en apuntes, al contrario, son hojas blancas con pedazos de escenas que serán transcritas en mi computador con prontitud. Así que fue un encuentro importante “¿así se ve ser un artista?”, pensé de inmediato y me senté en silencio. Arturo me pasó una hoja con un dibujo a lápiz y me dijo “esta es la nave donde viajan Augusto y Andrómaca”, detalladamente empezó a repasar el garabato: esta es la sala, esta es la cocina, esta es la habitación de la chica, pensé en una membrana en lugar de puertas, aquí van los diseños que usted quiere y no hablemos todavía del laboratorio que eso es cosa aparte. Me bombardeaba con información y yo solo asentía, aquí van los diseños que usted quiere… ¿esos son los diseños que quiero? Si, seguramente si… ¿o no? ¿o si? Si, creo que si, ¿sabe que si, Arturo? Tiene razón, la cama se ve mejor ahí…  ¿Dónde está mi guión? Pero esto ya no es mi guión, es nuestra película. De repente fui aplastado por la nave de Arturo, fui aplastado por la habitación de Augusto, fui absorbido por un universo alterno, más habitable, más visible, más encuadrable, ¿y mi cámara? Jamás pensé en ese ángulo, no se me ocurrió que pudiese existir una curva o una perspectiva donde él las dibujo. No podía negarlo, su idea de la nave era mejor que la mía, yo, atrapado entre letras que sólo dibujan líneas rectas – ¿o me falta perspectiva? – no concebía un espacio tan orgánico como el que estaba viendo en un simple garabato. Estoy tan lejos de mi visión pero tan cerca de nuestra película. Pero fue mi visión la que ocasionó la suya, fue lo que escribí lo que suscitó las poderosas imágenes que este artista estaba construyendo. Y sin embargo, fue su visión la que alteró la mía. No recuerdo quién dijo alguna vez que lo único que esperaba de su diseñador de producción era que le ofreciera interesantes ángulos de cámara para poder improvisar. ¿Improvisar? Lo cierto es que ahora ya no puedo pensar en la vieja nave, en mi nave, ahora sólo puedo pensar en la nave en la que viajan Augusto y Andrómaca, tan perdidos como yo en el universo. Esa nave es la nave de Arturo Caipa que sin ningún remordimiento me dijo “leí su guión técnico y decidí que no me importa, le toca hacerlo de nuevo…” y lo haré. O bueno, nos veremos de nuevo cuando le llegue el momento al storyboard. A mi lado, Claudia asentía y reía con una alegría tan renovada que era contagiosa y discutimos, discutimos fuertemente. No es fácil, de cualquier manera, que te arranquen las ideas de las manos, de la boca y te digan que lo que pensaste no es suficiente. Sin embargo, en últimas, el trabajo del equipo de arte es poblar el vacío, allí donde el lenguaje no alcanza, ellos ponen sus manos. Así que con una especie de resignación entusiasta, vi pasar las innumerables referencias del vestuario, aprobando, desaprobando, siendo aprobado y desaprobado. Al final del día supe que necesito sólo unas cuantas cosas, las demás corren por la cuenta de aquellos que ven lo que para mí era invisible. Estoy feliz.

Antes de eso, en la tarde, me reuní con Hellotrip para conversar acerca del sonido. Terminamos hablando de la música; el sonido ya lo tengo claro, me decía, lo importante es el silencio, pero la música… Sin saber cómo empezar, le conté el ejercicio que realizaba Fellini cuando se reunía para trabajar con Nino Rota. Rota se sentaba frente al piano y Fellini, humildemente a su lado, le contaba lo que sucedía en cualquier escena. Entonces, las manos de Rota acariciaban las teclas y súbitamente aparecía el paisaje más maravilloso, la película empezaba a escucharse sin mayor advertencia. Cuando terminaba de tocar, Fellini decía “eso es hermoso, ¿qué acabas de tocar?” Y Rota, como arrancado de un trance respondía: No sé. Condescendiente, le hice notar a Sebastián que eso no tenía que pasarnos necesariamente. Por supuesto, no pasó. Son lógicas diferentes. Hellotrip es un tipo de ideas, un genio distinto, atmósferas y explicaciones, siempre anda preguntando ¿por qué?  Así que le expliqué… no sé qué le expliqué pero él repetía que había una palabra que se le escapaba… estoy buscando un sonido… pero no sé… crunch… ¿Magnético? Pregunté. Eso es, exactamente. Y entonces se larga al sintetizador, empieza a presionar botones, a ajustar parámetros en el computador y sin previo aviso, empieza a tocar. No lo sabía antes de llegar a su casa esa tarde, pero esa es la música de Vida. Sucedió lo contrario, él tocaba y yo improvisaba “¿Puede verla, Sebastián…? imagínese a Andrómaca mirando al cielo en medio de ese pasto, esas notas son el camino al asombro, esa música y el viento soplando, con una delicada  violencia.” Él seguía tocando, cada vez más hermosa la música inundaba la habitación, inundaba la pantalla.

Quizás la historia del cine se ha desmedido un poco en la noción del autor, por el peso de la mirada, la Ilustración, el mercado y la Modernidad (y la posmodernidad, cómo no) pero me es difícil aceptar a estas alturas que estoy sólo en la creación. Mi autoría se acabó cuando empezó el trabajo de mi equipo, cuando Erika corrigió mi guión, cuando Isabel sugirió una locación cualquiera, un artista para mí desconocido, cuando Leonardo se sentó de cierta manera en la silla, cuando Nadia sugirió un baúl en lugar de una mesa de noche, cuando Sebastián Ocampo (nuestro fotógrafo) pensó que el amarillo puede recordarnos el vientre, la calidez de nuestro mundo. A veces dirigir es callar, a veces dirigir es escuchar, a veces dirigir es no saber la respuesta… a veces dirigir es perder el control de una película.

2 respuestas to “Perder el Control de una Película”

  1. Henry Tovar Gòmez Says:

    Soy Henry Tovar Gòmez, el padre de Juan Guillermo Tovar. Tengo la fortuna de existir para mis hijos, Guillermo me compartiò tu blog, leì tu escrito y podrìamos hablar infinitamente del tema, sin embargo hoy lo que quiero decirte es que màs que lo tècnico y profesional, en este escitro encuentro un momento muy personal tuyo con la humildad. Eso està bien, y como les digo a mis hijos, lo mejor de escibir es eso, escribir. Mucha suerte en tu proyecto y nunca dejes de soñar.

    • Muchos saludos, Henry. Es para mi un gran honor recibir este comentario. Considero a Juan Guillermo un gran amigo y un excepcional colega, un soñador. Es muy estimulante encontrar estas palabras, apoyándonos en esta difícil tarea de crear universos pero cada vez me doy más cuenta de que es fundamental perseguir estas fantasías, por nosotros y por personas como usted, capaces de emocionarse y amar. Ustedes son nuestro público y nuestros hermanos. Seguiremos soñando, por supuesto que seguiremos.

      De nuevo, muchas gracias y espero que podamos conocernos pronto.

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